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Isis

Isis cerró los ojos mientras escuchaba el gemido ronco de José, quien apoyado sobre sus manos, arqueaba el cuerpo hacia atrás, al tiempo que la penetraba de manera más profunda. Casi inmediatamente, se dejó caer lentamente sobre ella, manteniendo su rostro cerca de su oreja derecha. Mientras percibía en su cuello la respiración agitada de José, Isis miró al techo, y como tantas otras veces, hizo una mueca de frustración y decepción: otra vez, ella no había alcanzado un orgasmo.
 
José se levantó ligeramente, para después dejarse caer de espaldas en la cama, exhalando un largo y fuerte suspiro. Isis se sintió vacía, expuesta, decepcionada, y tomando la almohada, cubrió su desnudez. No quería voltear a verlo, pues en el fondo, sentía algo de envidia y coraje al verlo satisfecho después de un orgasmo que había alcanzado en su cuerpo. Ese cuerpo que él había disfrutado, sin retribuirle el mismo placer.
 
Lentamente, Isis encogió las piernas, abrazó su almohada y dándole la espalda a José, se recostó sobre su lado izquierdo. Él se levantó y se dirigió al baño para quitarse el condón. Mientras orinaba, Isis lo escuchó silbar, alegre, satisfecho, y por enésima vez, se enfureció al pensar en lo egoísta que era.
 
Cuando José se recostó junto a ella y la abrazó, sintió ganas de aventarlo, pero no quería comenzar una discusión, así que simplemente se dejó abrazar mientras cerraba los ojos. Mientras él le decía lo mucho que le gustaba, Isis repetía en sus pensamientos que amaba a ese hombre, y que finalmente, el placer sexual siempre sería secundario al amor verdadero. E inevitablemente, pensó en las múltiples ocasiones en las que habían discutido, a veces, por situaciones sin sentido. Discusiones en las cuales, en más de la mitad de ellas, Isis había pensado en terminar. Y sin embargo, seguían juntos.
 
Mientras José le comentaba algo acerca de su trabajo, Isis se vio reflejada en el techo, semidesnuda, y mientras sus ojos se posaban en su bella mirada color miel, no pudo evitar sentirse triste al ver su rostro que no podía ocultar su frustrante insatisfacción.
 
Hasta José, con su escasa susceptibilidad, notó el desencanto en la actitud de Isis, y con un tono que evidenciaba que estaba  la defensiva, le preguntó: “¿Otra vez quedaste insatisfecha?”, Isis lo vio primero de reojo, para posteriormente dirigirle una mirada fulminante, mientras contestaba: “Lo dices como si la culpa fuera mía”. El reproche caló en lo más hondo del orgullo masculino de José, e incorporándose inmediatamente sobre la cama, levantó la voz para decir: “¡Ya te he dicho que deberías de ver a un sexólogo! No es normal que a pesar de todos mis esfuerzos, no logres alcanzar a un orgasmo!”. Isis pensó la respuesta, pero no se atrevió a decirla. Se quedó callada mientras en su mente, escuchaba su propia voz decir: “Quizá tus esfuerzos no son suficientes...”
 
Cerca de media hora después, salieron del motel, y como en otras ocasiones, se dirigieron a la casa de Isis, donde José solía pasar el resto de la tarde de los fines de semana, sobretodo cuando no tenían algún evento con los amigos de ambos. Al verlos llegar, la mamá de Isis preguntó como siempre: “¿Cómo les fue?” y otra vez, Isis sintió algo de remordimiento al contestar, sabiendo que estaba mintiendo premeditadamente. “Bien, Mami”, al tiempo que ligaba una pregunta a su respuesta, buscando con ello que su madre iniciara un interrogatorio como los que solía hacer: “¿No vino mi hermano con los niños?”, “Sí, pero fueron a la tienda”, contestó la señora.
 
Mientras veían la televisión, José abrazaba a Isis, al tiempo que la mente de ella, divagaba en los eventos anteriores. Mientras trataba de recordar las veces en las que había sentido un orgasmo, Isis pensaba que quizá la culpa de todo, la tenía ella misma, pues jamás había podido evitar sentir que cada vez que se escapaba con José a un motel para tener sexo, estaba traicionando las creencias que desde niña su familia le había inculcado. Isis creció con la fuerte influencia católica, de que el sexo era algo malo, y que tenía que permanecer virgen hasta el matrimonio.
 
Sin embargo, a pesar de las firmes creencias de su familia, Isis se había visto muy influenciada por sus amistades, y se consideraba a sí misma, una “católica liberal”, que respetaba muchos de los preceptos de la iglesia, pero que no obedecía todo lo que la misma indicaba. Como toda joven, Isis gustaba de la diversión, y disfrutaba de las fiestas y las bebidas alcohólicas en compañía de sus amigos.
 
Así fue como Isis perdió su virginidad 5 años atrás. Aunque ya había tenido varios novios, con los que tuvo oportunidad de saber lo que era un toqueteo de índole sexual, y en un par de ocasiones se había dejado acariciar los senos, Isis había logrado permanecer virgen. Sin embargo, a sus 18 años, la curiosidad del sexo, era un mariposeo constante en su vientre, que la llenaba de una efímera determinación que al estar en una situación comprometedora, se esfumaba.
 
La iniciación sexual de Isis, sucedió en una fiesta, en la que como otras veces, ingirió unas cuantas bebidas que la llenaron de valor para ahora sí, animarse a probar lo que algunas de sus amigas tantas veces le habían contado. Isis imaginó ese momento como maravilloso, y de la mano de su novio de entonces, esperaba encontrarse con un mundo de ensueño, lleno de placer y romanticismo. Y sin embargo, no fue así. A pesar de llevar una relación de 6 meses con su novio, Isis sintió una enorme pena de saberse desnuda frente a él, y con las luces apagadas, finalmente accedió a abrir las piernas para recibirlo. El encuentro fue muy breve y doloroso para Isis. Cuando apenas empezaba a sentir algo de placer, su novio se dejó caer sobre ella, haciéndole saber que todo había terminado. La decepción de Isis fue descomunal.
 
Así, Isis tuvo sólo unos cuantos encuentros más con aquel muchacho, en los cuales, en ninguna ocasión logró sentirse plenamente satisfecha, y así su relación terminó. Aunque se veían de forma ocasional como amigos, y algunas veces hasta se habían besado, Isis no permitió que tuvieran nuevamente un encuentro sexual. Hasta que José apareció en su vida.
 
Isis estaba enamorada de José, o al menos eso es lo que ella se repetía todo el tiempo para explicar lo que sentía por él, aunque en alguna ocasión, alguna de sus amigas le había dicho que lo suyo, era simplemente costumbre y temor a la soledad. Isis había pensado lo mismo alguna vez, pero a pesar de ello, no tenía la menor intención de cambiar su situación. Con el típico temor a lo desconocido, Isis aplicaba el tan mencionado dicho de “más vale malo conocido, que bueno por conocer”.
 
Hasta que una persona especial apareció en su vida.
 
La primera vez que Isis vio a Alex, sintió admiración por su aire intelectual, y sintió curiosidad al ver que todo el tiempo se mostraba ausente y sin interés por compartir con los demás. Podría decirse entonces, que para Isis, representaba todo un reto el volverse su amiga y conocer más acerca de su vida.
 
Isis notó que no le era indiferente, pues la sonrisa que le dedicaba al verla, evidenciaba una natural simpatía. Y en la mente de Isis, jamás cruzó, al menos al inicio, la idea de ver a Alex desde un punto de vista sexual, o romántico.
 
Sin embargo, las cosas se fueron dando de manera muy extraña. Alex resultó ser una persona totalmente distinta a lo que Isis creía, pues bajo su aire serio y desprendido, se ocultaba una persona sexual, desinhibida y hasta cierto punto, atrevida. Quizá fue eso lo que la atrajo fuertemente, o tal vez, simplemente la curiosidad ante algo nuevo. Casi sin darse cuenta, Isis se vio envuelta en un claro y abierto coqueteo con Alex, a pesar de que ella estaba plenamente consciente y convencida que se trataba de algo prohibido: Alex tenía un matrimonio de varios años, en el que existían tres niños alrededor de los cuales, giraba su vida misma.
 
Pero lo prohibido suele ser lo más atrayente, y para Isis no fue diferente. En algunas de sus conversaciones, Isis había confesado parcialmente su frustración sexual, y Alex había escuchado, haciéndole insinuaciones de que probablemente las cosas podrían cambiar a su lado. Isis jamás se tardó tanto en tomar una decisión como cuando Alex la invitó abiertamente a compartir una noche. Isis dijo que sí, y aunque jamás hablaron de sexo, el tema estaba sobreentendido.
 
Así llegó el gran día. Desde el momento mismo del encuentro, Isis sintió un enorme nerviosismo, que le causaba un gran hueco en el estómago nada más de pensar en el momento en el que por fin se encontraría a solas con Alex. Al registrarse en la recepción del pequeño hotel, Isis no pudo evitar ruborizarse ante la mirada pícara del encargado, y disimulando malamente su pena, volteó hacia otro lado. Ante este evento, su determinación estuvo a punto de flaquear, pero antes de que pudiera resistirse, la mano de Alex tomándola del brazo, y provocándole una corriente eléctrica en la espalda, la hizo vencer sus temores.
 
Cuando llegaron a la habitación,  reconocieron primero el cuarto, y sentándose sobre la cama, platicaron sobre varias trivialidades, mientras sonreían y se veían con nerviosismo. Isis sintió que su corazón latía con fuerza cuando Alex por fin tomó la iniciativa, acercando su rostro a su cuello y aspirando con fuerza. Isis se sintió estremecer, al tiempo que la excitación inundaba su cuerpo. Como nunca antes, el simple hecho de sentir a Alex cerca, excitó a Isis de una manera que ella misma no conocía. Se besaron con un enorme erotismo, al tiempo que con sus manos, se recorrían y reconocían sus cuerpos.
 
A diferencia de cualquiera de sus encuentros sexuales anteriores, Isis no se preocupó del momento en que quedó desnuda. Cerró los ojos y simplemente se concentró en disfrutar los labios de Alex recorriendo su cuerpo de arriba a abajo. Mientras sentía la lengua de Alex recorrer su sexo con destreza, Isis se sorprendió al escucharse a sí misma gemir de una manera tan escandalosa y desinhibida, y abrió los ojos, sólo para verse en el espejo con el rostro desfigurado de placer, un placer que desconocía que pudiera sentir y que estaba disfrutando sobremanera. Aunque ya antes Isis había alcanzado algún orgasmo a través del sexo oral que José le practicaba de mala gana, jamás había sentido las sensaciones que Alex le prodigaba con lengua y labios. Alex sabía exactamente cómo y dónde acariciar, logrando que Isis se sintiera transportada al cielo.
 
El resto de la tarde, Isis siguió disfrutando de un sinfín de sensaciones que hasta entonces le habían sido desconocidas, llegando así a la conclusión, de que no era ella la imposibilitada para gozar del sexo...  simplemente, no había encontrado a la persona indicada.
 
El tiempo se fue volando, y aunque no lo deseaba, Isis regresó a su rutina habitual, dejando el encuentro con Alex en el pasado. Desde el primer día que se separaron, Isis se sintió llena de un fuerte arrepentimiento, se sentía culpable de haberse involucrado en una relación a todas luces prohibida, y sentía también remordimiento al saberse infiel ante su novio. Sin embargo, no estaba presente el remordimiento que solía sentir después de sus encuentros con José, esa sensación de que había defraudado las creencias que su familia le había inculcado. Por primera vez, Isis se sintió dueña de su propio cuerpo, y capaz de disfrutar su sexualidad plenamente.
 
Y a pesar de haber disfrutado al máximo su encuentro con Alex, Isis decidió no volver a ver a esa persona que había sabido hacerla disfrutar del sexo, de una manera que hasta entonces, creía imposible. Sin decirle abiertamente que no deseaba volver a tener un encuentro amoroso, Isis se empezó a mostrar distante y espació cada vez más la comunicación con Alex. Y la estrategia surtió efecto. Después de cierto tiempo, Alex no volvió a llamarle ni a mandarle mensajes a través del celular. A pesar de la gran tristeza que le causaba el perder esa relación, en el fondo Isis se sintió aliviada, liberada del peso de la culpa que le traía el saberse partícipe de una relación prohibida. Al poco tiempo, terminó con José, y se dijo que iba a esperar a que llegara la persona indicada; aquella que pudiera brindarle todo lo que ella necesitaba: amor, comprensión y los orgasmos que ahora se sabía capaz de disfrutar.
 
Un día, sin esperarlo, recibió una nota de Alex; una carta en la que le deseaba lo mejor de la vida. En ella, le hacía sentir que la comprendía y que su amistad siempre estaría a su disposición. Suspirando una y otra vez, Isis leyó la nota en incontables ocasiones, hasta que cansada, cayó dormida. Y en su sueño, Isis vio a Alex, diciéndole las palabras que a fuerza de tanto leer, ya había memorizado:
“Preciosa mía: No sabes cuánto te he extrañado y lo mucho que he pensado en ti. Mi matrimonio ha estado a punto de terminar por todo lo que vivimos. Sin embargo, entiendo tu postura, y como siempre, te apoyaré. Tienes toda una vida por delante, y yo no puedo ofrecerte nada. Mis hijos merecen que no me divorcie y voy  a luchar por ellos, del mismo modo que tú debes buscar la felicidad. Gracias por los bellos momentos y la maravillosa oportunidad de conocerte...  siempre estarás en mi corazón.  Cuando quieras, sabes que podrás contar con mi amistad incondicional...       Siempre tuya:  Alexandra”

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