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Ensoñación

Ensoñación Ella cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás mientras sus labios húmedos se quedaban ligeramente entreabiertos. Su cuerpo aún tenía un ligero y casi imperceptible temblor, y sentí recorrer un escalofrío por mi espalda cuando se mordió ligeramente el labio para después tocarse la frente con el dorso de su mano derecha y exhalar un profundo suspiro.
 
La miré un tanto asustado al tiempo que le preguntaba “¿Estás bien?”; ella, sin abrir los ojos contestó: “Estoy extasiada!...”.   No pude evitar sonreír al sentirme orgulloso con su expresión.  Sin quitarme de encima de su cuerpo, le besé tierna y repetidamente el cuello, mientras continuaba disfrutando de la humedad de su sexo, que me albergaba cálidamente.
 
Mientras besaba su cuello y sus hombros, la miré sonreír, y ampliando aún más su sonrisa, me dijo: “Me encanta que eres súper tierno... me encantas! me encantas! me encantas!”.  Me acosté de lado, viéndola de frente; y después de darnos algunos besos tiernos y breves en los labios le dije: “No sabes como me gustaría poder disfrutarte así todo el tiempo...” y antes de poder continuar contestó: “A mí también”.
 
Afuera, el sol brillaba inclemente sobre esa hermosa y extraña región que combina la aridez de desierto con la humedad inmensa del mar, mientras que nosotros sólo veíamos la claridad del día a través de las cortinas semitransparentes, y descansábamos de nuestro ajetreado encuentro sintiendo el aire acondicionado. Para ese momento, ella ya estaba acostada sobre mí, y al sentir que su espalda desnuda estaba fría, le puse encima una almohada para después besarla larga y apasionadamente en la boca, mientras cerraba los ojos para perderme en el infinito placer de saberme poseedor de una mujer tan hermosa.
 
Hablamos de muchas cosas, escuchamos algunas canciones en las nefastas bocinas de mi lap top y nos reímos juntos al recordar algunas de las situaciones que vivimos antes de poder estar como estábamos en ese momento: Solos, desnudos, disfrutando uno del otro. Insistía en verme desnudo, y al ver que me avergonzaba, me preguntó “Por qué no te gusta que te vea?” y yo sólo atiné a decir “No sé...   no me gusta, me siento...  raro”, al tiempo que me tapaba con las manos, sólo para ver que su sonrisa se hacía más grande.
 
No sé cuanto tiempo pasamos jugueteando, platicando, riendo, y mientras contemplaba su espléndida desnudez, ella me miró de una forma en la que me convencería de vender mi alma al diablo, al tiempo que me preguntaba “Me quieres?” y tratando de poner toda mi sinceridad en las palabras, contesté: “Mucho. Más de lo que debería” y la besé solamente para sentir como nuevamente la pasión se encendía. 
 
La acaricié y sentí la humedad de su sexo, mientras la escuchaba decir: “Me enciendes rapidísimo” para después perderme en la exquisitez de sus besos. Sentía su piel desnuda envolviéndome, su cálida humedad en mi sexo y la suave presión de sus senos en mi pecho, mientras que ella controlaba el ligero vaivén.
 
Nos amamos de una forma intensa, y esta vez sentimos la humedad del sudor entre nuestros cuerpos. Después de unos instantes que me parecieron extremadamente breves, ella comenzó a acelerar su movimiento, al tiempo que su jadeo también se volvía más intenso. Conforme el clímax se acercaba, la escuchaba pronunciar palabras ininteligibles que se mezclaban con un rítmico y pausado “no...    no...” y justo antes de perdernos en un orgasmo mutuo, sus gemidos se convirtieron intempestivamente en un sonido electrónico, agudo, repetitivo y molesto...   abrí los ojos y no pude evitar sentir una enorme confusión.  Atolondrado y extremadamente adormilado, estiré la mano y apagué el despertador.
 
Me senté en la cama aún aturdido por lo que acababa de suceder. Me sentía extraño y fuera de lugar. Me metí a la regadera aún sintiendo lo vívido de mi sueño y una dolorosa erección  me hacía pensar que había sido más que eso...  más que un simple sueño.  El agua caliente en mi espalda me hacía sentir sensibilidad en la zona donde estarían sus rasguños, pero al buscarlos en el espejo, no vi nada.
 
Como siempre, me despedí de mi dormida esposa que como todas las mañanas me persignó de esa manera automática que ha desarrollado para no despertarse completamente y continuar durmiendo. Como todos los días antes de salir, besé a mis hijos y los arropé, aún a sabiendas que siempre es inútil hacerlo.
 
Manejé hasta la oficina aún extrañado de mi sueño, tratando de comprender lo que había pasado, pero sobretodo, tratando de entender quién era esa hermosa mujer alta, espigada, blanca, e inmensamente hermosa de mi sueño.  Tan ensimismado iba que cuando noté, ya estaba en la sala de juntas, preparando mi presentación para los nuevos empleados.
 
Como cada inicio de curso para empleados nuevos, puse los nombres de los participantes en cada lugar, con su respectiva libreta y lápiz, verifiqué los detalles y abrí las puertas para dejarlos pasar.  Uno a uno fueron tomando sus asientos mientras yo tomaba el lugar al frente. Verifiqué los lugares y aún faltaban 2 personas; justo iba a preguntar por ellos cuando la vi llegar: En la entrada de la sala, se había asomado tímidamente y con una leve y escueta sonrisa pasó para ocupar su lugar justo frente a mí, del lado izquierdo.
 
Mi sorpresa debió haber sido tal, que alguien comenzó a carraspear haciéndome notar que íbamos retrasados. 
 
Durante la mañana, busqué sus ojos, pero solo encontré una mirada tímida, indiferente y esquiva. A lo largo del curso, traté de acercármele pero por alguna u otra razón no pude.  Al final del día me despedí de todos y no pude evitar sentir un escalofrío en la espalda al tocarle la mano, pero para ella fue sólo un saludo más. Se retiró aprisa con el grupo y me quedé solo, pensando.  Después de todo, el sueño había sido solo mío...  ¿O no?

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